Puedo apreciar las estrellas, puedo apreciar que el mundo se detenga y experimentar un cierto descanso del ritmo de vida tecnológico… ODIO el sonido del silencio, necesito “música” de fondo pueden ser grillos, ranas, el viento, las olas… hasta perros ladrando; sólo no me dejen en silencio.
Mis días siempre están llenos de sonidos: música, tv, charlas, incluso el zumbido del motor de un ventilador viejo es reconfortante si no tengo más alternativas. Soy una persona callada, de esas que casi no hablan… bueno si no me siento en confianza o en mi ambiente, pero eso no significa que disfrute del silencio.
Para mí el sonido del silencio es un cúmulo de ideas, sensaciones y emociones; cuando llega trae consigo desolación, angustia, tristeza, malos recuerdos, malas ideas, mi piel reacciona más fácilmente a cualquier estímulo; mis demonios salen del letargo, del trance hipnótico bajo el cual los mantengo a raya.
Para mí el silencio no necesariamente trae paz, todo lo demás puede estar en completa calma menos mi mente. Cuando era pequeña tenía miedo a la oscuridad, hasta la fecha aun siento miedo en algunas ocasiones, lo que la hacía insoportable era el silencio. La vida quedaba en silencio cuando abusaban de mí. Aprendí desde muy pequeñita a guardar silencio, a quedarme quieta. El silencio casi siempre trae el mismo recuerdo, especialmente si estoy pasando por un mal período…
Casi no habían niñas de mi edad cerca de mi casa con quien jugar, casi siempre jugaba sola o con mis tíos, pero mis tíos sí tenían amigos de su edad con quienes jugar, casi todos vivían cerca de la casa. La casa casi siempre estaba llena de gente. Cuando se les “ocurría” jugar conmigo de cierta manera pero no podíamos quedarnos solos en una habitación me decían que jugaríamos al escondite o se inventaban alguna otra historia para meterme en el closet con alguno de los dos, a veces me hacían entrar a mí primero y me decían que esperara… para ese entonces yo ya estaba condicionada, yo ya estaba atrapada por el miedo, ya estaba prácticamente domada. No sé cuánto tiempo pasaba ahí, sola, en silencio en medio de la oscuridad esperando temerosa que pasara el mal rato para poder ir a jugar sin ellos, esperando a que llegara alguno de los dos para que “jugara” conmigo… ahí adentro no se oía nada salvo mi respiración y mis latidos retumbando en mis oídos. Se abría la puerta del closet, un atisbo de luz, una ráfaga de aire fresco, el dulce sonido del exterior, una sombra entrando… después de nuevo todo se volvía oscuridad y silencio… después un susurro que me decía – Shhh, cállate, te van a oír y te van a regañar por abuelita… se va a molestar tu mamá, ya no te va a querer… shhh–. Si me revolvía intentando desesperadamente cansarlo, zafarme, lastimarlo para que me suelte él me sujetaba con fuerza, me retorcía las muñecas, me tapaba la boca y la nariz hasta que me quedaba quieta, sólo así volvería a respirar, sólo así me dejaría ir. Con cada vez que hacían eso me iban matando el espíritu de lucha, hasta que simplemente como robot ya sabía que programa ejecutar para satisfacer sus necesidades. Con uno era más “fácil” que con el otro, uno era el “malo” y el otro el “bueno”… pero eso es para otra ocasión.
Y este recuerdo es el que abre la puerta a otras cosas, una vez que sale lo que trae detrás es arrollador, es algo desgarrador, es claustrofóbico.Ahora con el avance de la tecnología, es que puedo decir que puedo disfrutar que el mundo se detenga, sólo tengo que recordar que las baterías de mis dispositivos móviles estén con buena carga especialmente si es de noche, si ocurre de día pues siempre hay algo para hacer, se puede oír a la gente, los autos…
Me gusta estar en paz y quietud, no me gusta estar en absoluto silencio. Cuando estoy en completo silencio puedo oír el horror dentro de mí, no me gusta lo que escucho, prefiero oir el exterior. Amo la música, me gusta lo que me puede decir, detesto lo que me dice el silencio.
Irónicamente guardé silencio muchos años, incrementando ese ruido dentro de mí, guardé silencio para no oír lamentos, preguntas, acusaciones; guardé silencio para proteger a mi madre y a mi abuela del dolor, guardé silencio para ocultarme de la vergüenza, guardé silencio para sentirme “normal”, guardé silencio pues pensé que la vida era así y ya, guardé silencio para que no me lastimen de más, para que no dejaran huellas visibles a simple vista y me odiaran; guardé silencio para ocultar mi dolor y mis heridas.
Ya no más.