domingo, 21 de abril de 2013

Solita Camino


Se trata de una serie enfocada en la vida de una adolescente de 14 años de clase alta.
Manu (14), una rebelde pero tierna adolescente, ha sido abusada sexualmente por su padrastro durante toda su infancia, y ya no aguanta más. Mariana (42), su enceguecida madre, ni siquiera sospecha que el hombre con quién se casó después de quedar viuda podría ser capaz de hacer algo así. Sometida, Manu vive en un escenario lleno de miedo y manipulación que le impiden hablar.
La sorpresiva aparición de los restos de Gonzalo Izquierdo, el padre de Manu, movilizan a la familia a cerrar un duelo que ha estado pendiente desde hace 12 años y detona en Manu la necesidad de poner fin a un calvario que ha llevado en secreto: ha decidido hablar. Sin embargo, los peritajes de ADN realizados para corroborar que se trata de su padre no coinciden, llevando a que Manu descubra una dolorosa verdad: su padre biológico no es quien murió, sino Claudio Andrade (45), su padrastro, el hombre con quien su madre se casó dos años después de enviudar; el hombre que ha abusado sexualmente de ella desde que entró a la familia.
Enfrentada a una desconocida e inesperada historia, Manu comienza a reaccionar con rebeldía ante todo lo que la rodea, alejándose de su madre y teniendo que enfrentarse a todo lo bueno y malo de la adolescencia, escondiendo con temor su doloroso secreto y viviendo fuertes experiencias que la harán crecer hasta llevarla a enfrentar la situación que la atormenta desde niña. A través de este accidentado recorrido, Manu se hará fuerte para encarar su propia historia, completando un doloroso capítulo de su proceso identitario y comprobando que a través del amor se puede conseguir la fuerza necesaria para levantarse, mirar el futuro y seguir caminando. 




fuente: 

miércoles, 3 de abril de 2013

Inevitable


La única cosa segura en la vida es que en algún momento vamos a morir, es inevitable

Mi propia mortalidad no me asusta; me asusta dejar cosas a medias, problemas, malentendidos y el dolor que el hecho pueda ocasionar a quienes quiero. La soledad que queda es a lo que temo, vivir hasta quedar sola en compañía.

A veces puede parecer que soy distante, insensible o que no me interesa el fallecimiento de alguien a quien conocí o que haya sido familia de alguno de mis allegados. La idea de aferrarse, de no dejar ir y desear prolongar la vida aunque signifique sufrir no la comprendo, no puedo mostrar empatía por esa forma de pensar y prefiero mantenerme alejada. Entiendo el dolor, entiendo el proceso de pérdida... el duelo, la tristeza que queda cuando alguien no estará más.

Lamento que una persona joven o un niño fallezcan porque, en teoría, tenían toda una vida por delante llena de oportunidades. Lamento cuando se trata de un accidente o un crimen, pero cuando se trata de enfermedad me parece que a pesar de la tristeza uno puede sentir alivio, ¿por qué los seres humanos nos aferramos aun cuando la persona que queremos sufre?

Mi madre en parte es responsable de esta manera de pensar, pero en gran parte esto proviene de los abusos. A los 8 o 9 años ya pensaba en morir, me encerré en el baño y me miré al espejo, me despedí y pedí perdón; a esa edad pensaba que un pequeño frasco de antiséptico me mataría. Me quedé con el frasco en la mano y me senté el suelo, me sentía arrepentida, culpable y aliviada de no hacerlo porque no iría al infierno (que es lo que ocurre con los suicidas según mi religión).

¿Por qué no lo intenté? me detuvo la vergüenza que mis actos traerían a mi familia y el dolor de mi madre y de mi abuela, en ese momento prefería seguir aguantando que traer desgracias a la casa.

Desde entonces pensaba seguido en la muerte... ¿cómo hacerlo de la manera más rápida? ¿cómo hacerlo de la manera más limpia? ¿de la manera más eficaz? ¿de la manera que dejara menos problemas a mi familia?

A los 16 años casi me corto las venas, tampoco hice el intento, de nuevo la vergüenza familiar pesó más (¿afortunadamente?), decidí que irme de esa casa era mejor. Unos meses después pensé en una sobredosis con mis antidepresivos y ansiolíticos... hasta dejé de tomarlos para juntar una buena cantidad... pero pudo más el agradable efecto de entumecimiento emocional que me proporcionaba tomar el doble de la dosis con algo de licor.

Años después quise desaparecer cuando una relación de más de cinco años llegó a su fin, pero esa vez pudo más mi orgullo y mi deseo de que no me vieran vencida.

Sigo aquí y de vez en cuando quisiera no estar, no ser, no existir a pesar de todas las cosas buenas que tengo ahora, a pesar de mi vida ha mejorado. No sé que fuerza me impulsa a seguir, no me considero fuerte mas bien me considero terca y no quiero traer dolor a quien amo y me ama; no hace mucho le dije que quería morirme y el dolor reflejado en sus ojos me impactó y me sacudió algo del dolor, comprendí que mi vida valía la pena y que merecía vivirla a plenitud. 

He realizado cambios, he dado pequeños pasos, he salido un poco de mi zona de confort; estaba muerta en vida y creo que eso es más triste que fallecer.

Y mientras llega ese momento inevitable buscaré el lado hermoso de la vida, trabajaré para librar los obstáculos y también reconoceré mis limitaciones, el camino no está definido. La vida es tan bonita, es una oportunidad única y maravillosa, la felicidad no llega por arte de magia, se lucha por ella... 


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